“El presidente de la Xunta de Galicia indica al portavoz nacionalista, Carlos Aymerich, que tener competencias no es sinónimo de eficacia en la gestión de situaciones de crisis”
Así recogía un diario gallego el rapapolvo de Perez Touriño al Bloque Nacionalista Gallego aludiendo a la ineptitud manifestada por el Conselleiro de Medio Rural, Suárez Canal, en la ola de incendios que asoló Galicia el pasado verano.
Sin darse cuenta Touriño está hablando en tradicionalista. El principio de subsidiariedad viene a decir que las competencias las debe ostentar el que sea más capaz. Los padres son los más capaces para educar a sus hijos y el estado, por ejemplo, lo es para mantener las relaciones internacionales o la red de aeropuertos. Eso es el foralismo. Pero líderes autonómicos, nacionalistas o no, se empeñan en conseguir transferencias, no por servir mejor a la sociedad que dicen representar (y no lo hacen), sino para mangonear.
La Consellería de Medio Rural, en manos del BNG, tiene plenas competencias en tema de incendios, así lo recordó Touriño; pero lo hicieron mal, peor que con el gobierno del PP; se calcula que ardió un 10% de la superficie forestal gallega. El BNG alegó la existencia de una trama negra ante la que se vieron impotentes; con esta excusa quedaron peor. Si se hubiese aplicado el principio de subsidiariedad, ante esta situación de imaginario sabotaje que escapaba al control de las autoridades civiles, se debía haber solicitado que el ejercito garantizase el orden (estamos hablando de carreteras de primer orden cortadas, barrios evacuados por la amenaza del fuego y ciudades cubiertas durante 4 días por el humo, literalmente sin poder ver el sol). Pero un liberal y para más señas, nacionalista, no presta servicio a su comunidad, sino a los intereses que le señala la ejecutiva de su partido político. Eso no es el foralismo.
Los tradicionalistas queremos la descentralización horizontal (libertad para los municipios, comarcas y regiones) y vertical (libertad para las familias y otras sociedades que unen a las personas para conseguir fines lícitos). Queremos una sociedad madura y un estado reducido a lo indispensable. A más (y mejor) sociedad, menos estado; y queremos que el dinero se quede en nuestros bolsillos para que las familias puedan conseguir sus fines. Los liberales y nacionalistas sólo nos quieren traer más cerca el estado, pero para chupar, no para gobernar mejor; un estado que por hipertrofiado y próximo es más opresivo. Un gobernante o gestor debe simplemente encauzar los actos de la sociedad hacia el bien común; si no se pueden desempeñar unas competencias adecuadamente se rechazan estas y se le deja el muerto al gobierno central, que para eso está.
Pepiño Furacroyos
Así recogía un diario gallego el rapapolvo de Perez Touriño al Bloque Nacionalista Gallego aludiendo a la ineptitud manifestada por el Conselleiro de Medio Rural, Suárez Canal, en la ola de incendios que asoló Galicia el pasado verano.
Sin darse cuenta Touriño está hablando en tradicionalista. El principio de subsidiariedad viene a decir que las competencias las debe ostentar el que sea más capaz. Los padres son los más capaces para educar a sus hijos y el estado, por ejemplo, lo es para mantener las relaciones internacionales o la red de aeropuertos. Eso es el foralismo. Pero líderes autonómicos, nacionalistas o no, se empeñan en conseguir transferencias, no por servir mejor a la sociedad que dicen representar (y no lo hacen), sino para mangonear.
La Consellería de Medio Rural, en manos del BNG, tiene plenas competencias en tema de incendios, así lo recordó Touriño; pero lo hicieron mal, peor que con el gobierno del PP; se calcula que ardió un 10% de la superficie forestal gallega. El BNG alegó la existencia de una trama negra ante la que se vieron impotentes; con esta excusa quedaron peor. Si se hubiese aplicado el principio de subsidiariedad, ante esta situación de imaginario sabotaje que escapaba al control de las autoridades civiles, se debía haber solicitado que el ejercito garantizase el orden (estamos hablando de carreteras de primer orden cortadas, barrios evacuados por la amenaza del fuego y ciudades cubiertas durante 4 días por el humo, literalmente sin poder ver el sol). Pero un liberal y para más señas, nacionalista, no presta servicio a su comunidad, sino a los intereses que le señala la ejecutiva de su partido político. Eso no es el foralismo.
Los tradicionalistas queremos la descentralización horizontal (libertad para los municipios, comarcas y regiones) y vertical (libertad para las familias y otras sociedades que unen a las personas para conseguir fines lícitos). Queremos una sociedad madura y un estado reducido a lo indispensable. A más (y mejor) sociedad, menos estado; y queremos que el dinero se quede en nuestros bolsillos para que las familias puedan conseguir sus fines. Los liberales y nacionalistas sólo nos quieren traer más cerca el estado, pero para chupar, no para gobernar mejor; un estado que por hipertrofiado y próximo es más opresivo. Un gobernante o gestor debe simplemente encauzar los actos de la sociedad hacia el bien común; si no se pueden desempeñar unas competencias adecuadamente se rechazan estas y se le deja el muerto al gobierno central, que para eso está.
Pepiño Furacroyos
3 comentarios:
¿Quién carallo sois? ¿De qué me conoceis? Yo soy homosexualista y liber-zapatista...
te auguro un excelente futuro de funcionario en la Xunta entonces
esto empieza a animarse; yo tambien tengo mala leche y soy partidiario de que todo el mundo esté cojo, soy cojista.
Publicar un comentario